Carga genética

Publicado: 24/06/2015 en Uncategorized

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La vida de cada uno de nosotros se va escribiendo con cada paso que damos. Sin embargo, hay parte de nuestro trayecto que ya está marcado por lo que llamamos la carga genética.

Mal rollo. Es ese legado, esa herencia a la que pocas veces nos referimos por algo positivo. Si alguien habla de carga genética suele ser para referirse a una enfermedad. A la evolución que seguirá nuestro cuerpo más allá de lo que hagamos o elijamos.

Pues bien, en mi testamento vital venía escrito que el mundo se borraría ante mis ojos a pasos agigantados. Que según lo fuese conociendo, iría desapareciendo. Pero un día tuve la suerte de topar con alguien que no podía borrar esa trayectoria que heredé de mis mayores, pero sí ponerle la zancadilla a su destructiva evolución. Y puso todo lo que estuvo en sus manos para que ese camino hacia mi ceguera fuese ralentizándose hasta parecer incluso estar en punto muerto. No pudo borrar lo escrito en mi ADN, pero busco y rebusco con todos sus fuerzas para darme las herramientas que complementasen mi defectuoso organismo.

Y mientras él luchaba contra mi ADN, el suyo acechaba traicionero. Imagino que, en algún lugar de este planeta, habrá muchas otras personas luchando por frenar lo que en su testamento venia escrito. Y día tras día, gracias a él, mi mundo se desvanece mucho más despacio de lo que nadie podría imaginar  y sin embargo, su carga genética fue ganando la batalla y su mundo se fue apagando. Su cuerpo desaprendió todo lo de sus 50 y pocos años le habían enseñado y la ELA ganó la batalla.

Y así, mientras yo miro y veo gracias a él, sus pulmones se olvidaron de respirar, sus músculos desaprendieron a moverse y, en este caso, gracias a Dios, una demencia precoz le evitó ver como a él, luchador donde los haya, el ADN le ganaba la batalla.

Todo indica que apenas le quedan unas horas de «vida». Sin embargo, somos muchos los que le debemos tanto que, si con nuestro agradecimiento pudiésemos luchar contra su deterioro, sin duda, mañana estaría otra vez en su consulta, estudiando una y otra vez cada caso con el mimo y la testarudez con la que siempre lo hizo. Gracias Ángel por enfocar tantos mundos que se borraban. Descansa en paz.

Leyendas urbanas

Publicado: 02/03/2015 en Mis iPhotos
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Desaparecida

Publicado: 17/02/2015 en Uncategorized
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Otra noche en blanco. O mejor dicho: en negro.

Estoy en mi habitación, calentita. Incluso con demasiado calor, la verdad, leyendo cómo ahí fuera, a unos kilómetros de mi casa, decenas de vecinos peinan el campo en moto, quads, caballos, coches y todo lo que se les ocurre.

A las nueve terminaba el horario de batida de Protección Civil, pero la impotencia y la rabia hacen que sean muchos los quimagee siguen buscando.

Yo, desde casa, bien resguardada, no puedo dejar de pensar en cómo se verá la noche desde los ojos asustados de una mujer perdida. En pleno campo. Cuando, por lo que dicen, empieza a nevar de nuevo en la zona en la que se la vio por última vez.

No la conozco. Sí la he visto en alguna ocasión, pero dudo que haya intercambiado ni una sola palabra con ella. Cuando he reenviado el mensaje a mis grupos de amigos de la zona, siempre alguien me ha preguntado si es amiga mía. No. No lo es. No la conozco. Pero es una persona perdida que necesita ayuda. Y tiene una familia que está sufriendo lo indecible. Porque no hay nada más duro que el no saber.

Me imagino que la pregunta es, sobre todo, para discriminar entre tanto bulo que corre por las redes y que tanto daño hacen, porque lo cierto es que el grupo que se ha creado en Facebook para centralizar la información de la búsqueda, está plagado de mensajes de gente que no la conoce de nada y que ha salido desde los pueblos vecinos peinando el campo hacia la zona en la que se la vio por última vez.

Mi casa sigue en silencio. Pero sé que la noche, ahí fuera, está plagada de sonidos que pueden resultar aterradores.

Realmente me cuesta ser optimista. Defecto de fabrica. Pero la quiero imaginar acurrucada en alguna vieja cabaña, exhausta pero resguardada de este invierno que se me antoja demasiado duro.

Animo Vanesa, ya queda menos para volver.

Lo siento, pero esta vez no es un relato inventado. Es la dura realidad de una vecina desaparecida que me mantiene narcotizada frente al iPad esperando leer: «La hemos encontrado. Vanesa está bien aunque muy débil por las dos noches a la intemperie».

Dos noches ya… http://goo.gl/UabC3u #VanesaFonseca

Dos años de inmortalidad

Publicado: 14/02/2015 en Uncategorized

Hoy hace dos años que comenzó mi aventura con este blog. Empezó como un desahogo. Una forma de ejercitar la escritura a través de reflexiones, relatos, anécdotas o imágenes que me gustaban o me transmitían algo interesante.

Los inicios fueron ordenados, con planificación y dedicación y con mucha ilusión, a pesar de no tener intención de llegar a ninguna parte en concreto.

El día a dia marcaba los temas y, el anonimato de ser un cangrejo entre un millón, me ayudaba a dejar correr mis dedos sobre el teclado sin ningún tipo de autocensura.

Dos años después, el cangrejo ha dejado de ser tan anónimo como se creía y, aunque eso conlleva una parte maravillosa que es la de conocer gente o aproximarse a los que ya conoces, lo cierto es que también acarrea un pesado lastre que me hace reprimirme. No me deja fluir.

Es cierto que mi tiempo libre se ha visto reducido hasta alcanzar cifras negativas. Pero también lo es el hecho de que he perdido espontaneidad. Creo realmente que se trata de una enfermedad que he contraído tanto en mi yo 2.0 como en mi alter ego de carne y hueso.

Y es que, por algún motivo que desconozco, al mismo tiempo que ha crecido la hipersensibilidad de los humanos a los acaros y pólenes, lo ha hecho a la suceptilidad emocional. Vivimos en un mundo en el que la mayoria vamos tensos e irritables y, como dicen en las pelis, cualquier cosa que hagamos o digmos puede ser utilizado en nuestra contra.

No puedes reír o comentar con tranquilidad cualquier cosa porque siempre habrá alguien que se puede molestar.  Yo, la verdad, odio herir a la gente, pero odio más todavía tener que andar con tantas gilipolleces y no ser capaz de ponerme el mundo por montera. Y no lo soy porque yo misma soy culpable de esto que denuncio. Yo también padezco hipersensibilidad al entorno. Así que me encuentro en un bucle ideal para divagar, pero complejo para encontrar la salida.

Y como el primer paso siempre es reconocer el problema, ahora voy a tomarme un franquisto de «Me la pela» y unos sobres de «El que se pica…» a ver si mejoro o finalmente tengo que cerrar por incapacidad mental del inmortal. Si estáis a tiempo, id a por la vacuna. Me han dicho que se vive mucho mejor y se escribe de vicio.

¡Besos cangrejillos! Y gracias por vuestra compañía


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Imagen  —  Publicado: 09/02/2015 en Almanaque en positivo
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Vivía yo en mi mundo 1.0 con las prisas habituales de este entorno, cuando un aviso del móvil me despertó y me trasladó al 2.0. Tenía un comentario nuevo en el blog. ¿En el blog? Y en ese momento la conciencia me reconcomía por a desidia y el abandono al que tenía relegado al pobre blog.

Para mi sorpresa, no sólo tenía un comentario, sino que además se trataba de un Me gusta de un fiel amigo de esta ciberaventura y el comunicado de que me había otorgado un premio -bueno, a mí no, al blog- ¿Un premio? ¡Un tirón de orejas es lo que merezco! Por dejada. ¿Que este abandono puede avergonzar a toda una estirpe de cibercangrejos. 

La verdad es que no hay una excusa, un motivo o una explicación a esta dejadez más allá de la que nos afecta a todos los mortales -e incluso inmortales- de esta sociedad: los días puede ser que sigan teniendo 24 horas, pero a mí no me va a convencer nadie de que las horas continúan teniendo 60 minutos como los de antes. Aquí ha pasado igual que con el dinero: que sí, que se supone que te pagan 1.000 euros (al que se los paguen), pero estos no están compuestos por los mismos céntimos que antes. O sino, no hay forma de explicar por qué cunden tan poco. 

Y tras este discursito al más puro estilo de «La inmortalidad del cangrejo», es decir dándole vueltas a un tema sin poder aportar gran cosa, he de dar las gracias a Gorjol, no sólo por su premio, que me ha hecho una ilusión inmensa, sino también por hacerme despertar de este letargo existencial y recordarme los buenos momentos que me ha dado siempre esta evasión que supone el blog

Aprovecho también para dar las gracias a -jolín, empiezo a parecer una celebrity recogiendo un Óscar- Chari y a Helen por premios que me dieron anteriormente -hace tanto que ni se acordarán- y que yo le agradecí respondiendo a sus comentarios, pero que aún no había tenido da decencia de colgar en mi «salón».  

Y ahora, ante los cuatro que quedéis aún pendientes de esta singular cangreja, me comprometo firmemente a ser más constante el el blog y suficientemente agradecida, que ya se sabe lo  que dice el refrán (todo esto leído con voz de pregonero medieval, para que parezca algo más serio).

Besotes para todos y gracias por seguir ahí.

¡Muack!

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Hace siglos que no paso por aquí… Ni casi por ningún blog.

La verdad es que mi vida está algo desordenada y no me da para todo lo que quiero hacer. Pero quiero aprovechar las fechas en las que estamos para compartir con vosotros una de esas cosas que pasan en Madrid cuando menos te lo esperas y que te dejan con la boca abierta y ganas de más.

Hace unos días, varios estudiantes, profesionales y aficionados a la música, al coro, al gospel, tomaron por sorpresa uno de los sitios más concurridos de Madrid y mira la que liaron:

Es un regalo para todos los que estuvieron allí, todos los que hemos podido disfrutarlo a través de las redes sociales y un intento de acercar esa música que a veces resulta más «seria» pero que contagia, enamora y te alegra el alma para un buen rato.

Si te gusta, comparte, porque hay pocas cosas más fáciles de regalar y más agradecidas que las sonrisas que desprenden estas melodías ¿Os habéis fijado en la edad de algunos de los participantes? Me dan especial envidia todos aquellos que cuentan con una voz tan privilegiad y los virtuosos del violín.

¡Gracias y Felices y Musicales Fiestas!


La lista de Schindler, El niño del pijama de rayas, Ana Frank, La vida es bella y tantas otras historias nos han contado, de primera mano, lo que le sucedió a los judíos durante la II Guerra Mundial.

Quizás por eso estamos vacunados contra el horror. Echamos alguna lagrimilla la primera vez que conocemos la historia, o incluso la  segunda. Sin embargo, la mayoría debemos reconocer que los cuerpos famélicos que las protagonizan y las cámaras de gas y los campos de exterminio son tan previsibles en sus tramas, que no nos impresionan.

Creo que no me equivoco demasiado si afirmo que, en cada nueva película, con cada nuevo libro sobre este tema, empatizamos más o menos con los protagonistas y eso hace que la historia nos duela en mayor o menor medida. Pero pocas veces nos paramos a interiorizar, a reflexionar sobre lo que realmente pasó. Y eso es lo que me ha ocurrido  precisamente con el último libro que he leído: 28 días.

28 días, toda una vida,

28 días, toda una vida,

He de decir que elegí este libro por equivocación. Me explico: tras Una bicicleta en la playa -que también tenía como fondo la II Guerra Mundial desde una perspectiva muy diferente-, me apetecía otro tipo de historia.

Y en esas estaba, buscando mi siguiente compañero de insomnio, cuando cayó en mis manos un libro de David Safier. Creo que éste es el autor de uno de los libros que más he regalado y recomendado en mi vida: Maldito Karma.

Es, la de Maldito Karma, una historia loca, divertida y que me ha dado momentos de tan absurda alegría, que lo he regalado y recomendado una y otra vez como antídoto para sobrevivir a la realidad que nos rodea.

Con ésta historia en mi memoria y con fe ciega en el escritor, elegí otro libro suyo como compañero de viajes (sin leer casi ni el título y desde luego sin ver anuncios, críticas, ni nada de nada).

Mi sorpresa fue cuando, ya teniendo el libro en mis manos, leí, casi por inercia, la sipnosis. No tenía nada que ver con lo que buscaba y creía necesitar… pero le estoy tan agradecida a Safier por Maldito Karma, que decidí darle una oportunidad para ver como se desenvolvía con un registro absolutamente distinto a lo que conocía de él.

Tu vida se basa en tus hecho

Tu vida se basa en tus hecho

La experiencia con 28 días ha sido bestial. Como libro me parece perfecto. Me gusta su prosa, el clima que crea y la frialdad y a la vez cercanía con la que nos recuerda una de las etapas más lamentables de la especie humana.

Mi ignorancia e incultura sobre los hechos que rodearon al suplicio judío me ha llevado a leer el libro sin saber que se trataba de una historia real.

La maestría de Safier ha hecho que, efectivamente, se trate de un libro duro -imposible que fuese de otra forma-, pero que, en no sé que momento me tocase una tecla mágica con la que me saltó el resorte: no es una historia más, que se mezcla y pierde entre las demás, es un legado que me ha obligado a interiorizar hasta la incredulidad lo que allí pasó.

Sí, a estas alturas de la vida, éste es el momento en el que, desde que tengo conciencia, alucino, me desgarra el descrédito, la incomprensión, sobre una masacre que nunca debió de convertirse en una historia más. A mis taitantos y después de ver mil historias basadas en hechos reales o de ficción, he topado con este libro que ha sido el que, de verdad, me ha hecho pensar en la dura realidad que tantos miles de personas vivieron 

Seguro que más de uno estará pensando que éste no es su momento para leer un libro así. Pero hay algo quiero dejar muy claro; no hay frivolidad, ni descripciones grotescas de una realidad insoportable.

Hay un lenguaje directo, que ha secuestrado mi interés al 100%, pero que no me ha atormentado la vida y eso que yo soy una llorona con título y reconocimiento.

Sí, ha habido lágrimas, en una sola ocasión, pero es que no soy de piedra (gracias a Dios). Lo que más le tengo que agradecer a 28 días es que me ha hecho ser consciente de que no es una historia, sino que es una realidad que debería ser absolutamente insoportable para el imaginario colectivo.

Sin duda, es un libro que recomiendo. No hay momento adecuado para él pero merece la pena leerlo,

Por cierto, sí, añoro a sus personajes como cada vez que soy secuestrada por un libro. Eso nunca cambia 🙂

PD2- Esto de dejarme llevar por el los impulsos a la hora de seleccionar un libro, está resultando realmente muy positivo. 

Y tú, ¿qué tipo de persona quieres ser?


Yo, es que no tengo palabras para contar lo que deben ser estos dos animales escénicos juntos: Ara Malikian y Ángel Corella. Un violín de vértigo y un bailarín que desconoce la fuerza de la gravedad.

Energía.

Vida.

Ritmo.

Arte.

Os dejo un vídeo bajo riesgo de contagiaros mi pasión por ambos. Lo dicho, yo necesito un presupuesto sólo para ir al teatro…


La crisis de la gotera continúa en casa (y el perito sigue desaparecido -aprovecho para hacer un llamamiento y si alguien le ve, que me lo mande, por favor, que a este paso voy a montar un club de buceo en el salón-), pero estos días, a fuerza de renuncias, me he dado cuenta de que, «Si yo fuese rica…» (es decir, si por fin el dinero saliese de las plantas -por que a la lotería no juego y de trabajo ya sabéis como anda la cosa-), una vez adecentada mi humilde morada y sustituido el troncomóvil de mi contraparte (vale: y arreglada la boca de mi hija y un par de cositas más típicas de cualquier familia -humilde y sin tarjeta «paca»- que se precie, en lo que me iba a gastar un auténtico pastón es en entradas.

Sí señores, nada de trapitos ni joyas -bueno, nada nada igual es mucho decir-: en entradas de teatro, música, exposiciones, etc. Ya hace tiempo que los regalos, si la necesidad no requería otra cosa y me preguntaban, han sido experienciales. Es decir, que me he decantado por aquellas cosas que proporcionan una grata experiencia, un momento de mágico abandono al placer, antes que por cosas materiales. 

En verano fue Sara Baras, espectáculo del que no pude hacer un post en toda regla por falta de tiempo; The Beach Boys (me río yo de la súper gira de Enrique Iglesias. No romperán ya muchos corazones, pero el culo de los asistente no permanece quieto en la silla ni medio minuto), tampoco faltamos a una cita ineludible con Ara Malikian y este sábado, por gentileza de una amiga, disfruté como una cangreja con el Ballet de Julio Bocca

Pero el otoño es época de renovación de cartelera y me va a tocar decir que no a muchos, muchos espectáculos es estoy segura que me transportarían al limbo; repetir con Ara y Sara (distintos espectáculos de ambos, claro, aunque podría repetir también varias veces cada espectáculo sin que supusiese un sacrificio precisamente), un montón de obras de teatro que me duele hasta recordar su título, como el «Sueños y visiones del rey Ricardo III« (aun que sólo sea por poder volver a ver a Asunción Balaguer en un escenario)… Confío en no tener que renunciar a Robert Lepage (de verdad, si te gusta el teatro de calidad y tienes oportunidad, no dudes en ver cualquiera de sus obras. Lo único malo, es la adicción que provoca) y así uno tras otro… Estreno tras estreno. Obra tras obra… Y es que, me he dado cuenta de que soy una yonki de los patios de butacas y que «Si yo fuera rica…» habría que buscarme delante de un escenario. 


Desde hace unos días, me ha dado por comprar cajas y fundas para que todo permanezca ordenado, identificable y con buena pinta. He puesto empeño en cocinar cosas diferentes cada noche (odio cocinar y ni siquiera soy una buena comedora) y me esmero en «las cosas de la casa«. 

floresCuando he sido consciente de estas tendencias mías recién adquiridas, no he podido evitar sorprenderme y me ha asaltado una pregunta: ¿Habré sufrido la metamorfosis que mi madre tanto ansía desde que cumplí los 13 y por fin seré poseedora de ese «instinto femenino» que ella echaba tan en falta entre mis aptitudes?.

La verdad es que siempre he dudado mucho de su existencia -la del instinto femenino, digo-, y de existir, dudo aún más de que consista en dejar colocadas las cortinas con cierta gracia. 

Siendo sinceros, creo que ésta tendencia mía a las cajas y al orden de ciertas cosas se debe más a un «si no puedes contra ellos, únete» que a otra cosa; y que me esté resignando a que, ésta vez, mi estancia en casa como ocupación laboral se va a alargar más de lo deseado –ya se ha alargado más de lo deseado, la verdad-. Vamos, que esto sea más obra de que el «instinto de supervivencia» -que no el «femenino«-  le haya dicho a mi inconsciente: «Mira mona, esto es lo que hay, así que, con las circunstancias actuales, intenta ponértelo lo más fácil posible a ti misma, por que de ésta no te salva ni Perry». 

Y mientras estaba en este proceso de autoevaluación psicoanalítico, rematé la faena de darle a la casa un toque estético con la compra de un set muy primaveral (aquí creo que mi subconsciente luchaba contra la evidencia de que el duro invierno ha llegado –el otoño no existe, no seáis ilusos-). Entonces, en el momento en el que parecía que todo empezaba a estar un poco controlado, surgió del techo, como si de una de las siete plagas se tratase, una gotera del tamaño de una mesa camilla, poniendo en riesgo incluso un cuadro, obra de mi cuñado, que me recuerda que lo mío no es una casa, sino un hogar, que no ses lo mismo. 

Y si el cuadro me recordaba el concepto hogar, la gotera me llevó a mi consciente más doloroso en el que, mis cajitas, fundas y pufs multiusos no pueden esconder que «ésta casa es una ruina». Que la gotera, viene de una tubería, que transforma mis radiadores vintages, en viejos. Unos radiadores que me hacen consciente de que van a reventar ese suelo que tan «hasta el moño me tiene» de feo que es. Pero que, estas circunstancias, en vez de ser el empujoncito final que todo optimista vería para ponerme de una vez con la reforma de la casa, es más bien una de las archiconocidas ironías del Sr. Murphy. ¡Por Díos, si alguien sabe del paradero de este tipo y me aprecia mínimamente, que impida que me encuentre con él en los próximos lustros, que no respondo de mis actos! 

Vamos, que ahora tengo todas mis cosas de costura y tricot ordenadísimas, la habitación por fin ha dejado de ser un almacén, cada cosa esta en sus sitio… pero yo no encuentro el rincón en el que poner las velitas para pedir que el Sr. Períto, que aparecerá por mi casa exactamente cuando le venga en gana, tenga a bien considerar que los daños ocasionados por la tubería vintage son merecedores de ser cubiertos por su compañía, por que si no, veo mi recién estrenado «instinto femenino» en «modo albañil«, y créedme, hay cosas para las que no estoy dotada. 


Dibujo de fantasmas

Halloween, Fiesta de Todos los Santos, Día de Difuntos, Fiesta del Otoño… Un año más escucho los mismos argumentos de siempre antihalloween y un año más reivindico las celebraciones. Me da igual su origen y como se celebre aquí o allá. La alegría de mis hijos hoy, cuando iban al colegio con sus disfraces, lo justifican con creces.

¡La vida ya nos da demasiados disgustos! ¿Por qué no nos dejamos llevar cuando se trata de  disfrutar? ¡Feliz día!


Soy católica y creo firmemente en el poder del perdón, del arrepentimiento y las segundas oportunidades. Por que todos no equivocamos, todos cometemos errores o todos necesitamos, de vez en cuando, meter la pata para saber lo que de verdad queremos. Pero esto, en política no me vale. Creo que todos sabéis por donde voy. 

Sí, lo sé, yo no suelo hablar de política en el blog. No me gusta. No quiero calentar más el panorama con demagogia puesto que no puedo aportar las soluciones que nos saquen de este embrollo en el que estamos inmersos, pero es que estas peticiones de perdón me parecen auténticas tomaduras de pelo. Nos llaman idiotas a la cara una y otra vez y hay que poner el límite en algún momento.  

No me creo que no lo supiese Sra. Aguirre, no cuela Sr. Rajoy. Y es que, aunque así fuese, aunque hayan pecado de ingenuos, su metedura de pata ha sido tal, que no hay ningún argumento que les legitime en sus puestos.

En una empresa privada, un «patinazo» de este calibre les haría perder el puesto en el minuto uno. No hay excusa para que los españoles sigamos pagando sus despropósitos profesionales. 

Lo peor de todo es que no hay ni una sola opción en el panorama actual que pueda hacer que nos sintamos mejor. Por que no, a mí, por lo menos, no me vale que vayan a la cárcel: ¡NO QUIERO SEGUIR COSTEÁNDOLES LA VIDA!

No menosprecio el sufrimiento que se debe sentir en la cárcel. Soy claustrofóbica y pensar que en no poder salir de un recinto durante años me mata, Pero no creo que sea castigo suficiente para esta gente. ¿Pagar? Si pagasen todos los sinvergüenzas de este país… pero esto no va a pasar. Es triste, pero es una realidad. En definitiva, no se trata de resarcir el daño hecho, sino de no hacer más.


En numerosas ocasiones, me he manifestado ser casi una profética fan de los ebooks.

Cuando apenas eran un espejismo, a mi ya me parecían una maravillosa forma de tener un libro siempre a mano, con el tipo de letra perfecto, de forma ecológica, económica y sana (para mi espalda y mi vista sobre todo).

Sin embargo, las bibliotecas y las librerías continúan siendo para mí mágicos agujeros negros en los que me sumerjo y el tiempo desaparece. Una vez dentro, todo son reclamos que atrapan mi atención y, cuando me quiero dar cuenta, las horas se han esfumado sin enterarme.

Gracias a Dios, Lucía y Lucas parece que disfrutan tanto como yo entre libros, así que, desde el comienzo del pasado verano, todos los sábados «tocaba» visita a la biblioteca.

Y fue en uno de esos viajes cuando quedé atrapada por una portada.

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Sí, la bicicleta es otra de mis pasiones.

El autor, Peter Viertel (disculpen mi incultura) no me decía nada. Y la trama del libro, tampoco parecía ser muy de mi estilo. Soy una romántica empedernida que cree en el amor para toda la vida y que sufre con las historias de infidelidades como si fuesen propias.

Me gustan los finales felices en los que los protagonistas «comen perdices» hasta la eternidad.

Sin embargo, ganó la portada. Y esa portada, que en formato electrónico hubiese pasado desapercibida, ha sido el billete para mi intensísimo viaje imaginario de las últimas semanas.

Sus personajes se han fundido en mi cotidianidad como pocos. He vivido tan sumergida en sus vidas, tan atrapada en la historia, que en ocasiones me costaba olvidar que no eran reales. O al menos no formaban parte de mi realidad.

Hoy su historia se ha acabado. Al menos para mi.

Esta vez el luto por los personajes perdidos creo que me va a durar más de lo normal y que el listón queda muy alto para que me pueda enganchar de nuevo. Me siento casi como novia ultrajada que teme volver entregarse al amor (en este caso, por un libro).

¿Habrán vuelto Carl y Pam a pasear por la playa?


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– Mamá, ¿cuándo nos vamos al colegio y papá al trabajo tú no te sientes sola en casa?

Lucía, 9 años

¿Y a ti quién te hablo de soledad?

¿Dónde aprendiste esos sentimientos? ¿por qué una niña que sólo debe entender de jugar y estudiar se preocupa de esas cosas?